lunes, 26 de enero de 2009

CONFLICTO DE DERECHOS


Se ha planteado recientemente en un foro la cuestión de la difusión de datos personales de condenados por delitos que producen especial alarma una vez son puestos en libertad, a fin de permitir a la sociedad prevenirse frente a futuras agresiones. Transcribo a continuación mi primera aportación al debate.


En los EEUU, los condenados por delitos sexuales están obligados a notificar fehacientemente a sus vecinos su presencia y antecedentes. En España, la Ley de Protección de Datos protege por igual a víctimas y verdugos, a la par que el Código Penal castiga por igual al padre que maltrata que al que corrige razonable y moderadamente a sus hijos, según la derogada redacción del Código Civil.


Es un debate antiguo. Si nos sujetamos plenamente a la ley, sin excepciones, caemos en el summum lex, summa inuria, pero si dejamos que la interpretación y aplicacion de la misma quede exclusivamente en manos de los jueces, "judge made law" del sistema anglosajón, nos queda preguntarnos quién les juzgará a ellos.

El sistema, no obstante, tiene mecanismos legales que permiten adoptar mayores precauciones sin vulnerar la legalidad. Los cuerpos de seguridad deben transmitir a los ciudadanos la certeza de que estas personas están, dentro de los límites del respeto a la libertad individual, permanentemente localizadas y supervisadas. El problema es que jueces y policías transmiten una imagen de desbordamiento que hace prender la mecha de la inseguridad.


Ciertamente, la difusión de la imagen de un sujeto de un horrible crimen puede tener una mínima eficacia preventiva, y generar en cambio situaciones de miedo, pánico e incluso violencia descontrolada, por lo que al margen de consideraciones acerca de su obvia ilegalidad no me parece que sea la solución más acertada. Aunque comprendo perfectamente el descontento e indignación de las familias de las víctimas.

En resumen: no estoy de acuerdo con la difusión indiscriminada de la información concerniente a estos individuos, creo que debemos hacer un esfuerzo mayor para demandar medidas realmente eficaces de prevención y control de estas situaciones por las autoridades competentes, con una oportuna y dosificada participación ciudadana. Por ejemplo, estableciendo la obligación legal de proporcionar información sobre la reinserción de estos individuos a las juntas locales de seguridad ciudadana de las localidades donde se produzca la misma. Bien entendido que se trata solo de una idea, la eficacia del sistema dependería en gran medida de la buena voluntad de las fuerzas del orden y de la seriedad y compromiso de los representantes ciudadanos.


FUENTE DE LA IMAGEN: www.mediacritiques.com

domingo, 11 de enero de 2009

QUE NIEVE, QUE NIEVE

Que
nieve,
que nieve;
que caigan despacio los copos,
que cubran la tierra
y la traigan descanso;
que nieve,
que
nieve.

Ha vuelto la nieve de la luna de octubre, para anunciarnos un año de bienes en tiempos oscuros. Extiende su manto despacio y, sin estridencia, bloquea carreteras y cierra aeropuertos. Detiene, mano poderosa de la suprema naturaleza, el pulso del centro mismo de nuestra España, y sorprende a propios y extraños volviendo oblea de turrón duro los campos manchegos que navegara Don Alonso Quijano. En nuestra Palencia congela el ramal, convierte la dársena en albo espejo y ahoga el tránsito rodado a ambos lados de la vía del tren, cerrados los puentes y túneles. Nos recuerda, pese a nuestra soberbia de especie triunfante y matricida, cuán frágiles son nuestros propósitos y anhelos, a la par que coloca a pié de tierra a los triunfalistas políticos y mandatarios, convencidos de su saber hacer y ajenos a la verdad de su ignorancia e impotencia.

Que
nieve,
que nieve;
que callen las armas y bombas,
que todos se paren
y piensen y sientan:
que nieve,
que
nieve.

Llega la nieve a la tierra en el tiempo del miedo y la duda, de una crisis que es, más que económica y material, moral. Llega para detenerlo todo y empapar poco a poco este páramo yermo de antiguos valores e ideas, llega para darnos la esperanza de una primavera a ganar a base de silencio y sacrificio, de reflexión y trabajo, de todos aquellos conceptos que durante años habíamos ido perdiendo, consintiendo activamente la progresiva degradación y putrefacción de nuestros proyectos de vida en común. Viene por cuarta vez la nieve de octubre (y quedan al menos otras dos) para darnos la oportunidad de purificarnos, y convertir la derrota de una sociedad consumista y amoral en la victoria de la dignidad del ser humano, única respuesta posible a la tempestad desatada por nuestros propios errores.

Que
nieve,
que nieve;
que vuelvan los tiempos pasados,
de nuestros abuelos, que hombres
seamos de nuevo:
que nieve,
que
nieve.