Hemos pasado unos días pendientes de ella lo justo, tratando de alimentarla con pan mojado y de mantenerla a cubierto. Mi hijo ha llevado bien la prueba, aunque el inevitable desenlace tuvo lugar esta madrugada y he preferido ahorrarle el disgusto de encontrarla tiesa como la mojama.
Después (a buenas horas, mangas verdes) me he preguntado si no hubiéramos podido hacer algo más, darla insectos o gusanos, yo qué sé porque en mi casa el experto en bichos era mi hermano Ricardo, que llegó a capturar un camaleón en los pinares de la Antilla y mantenerlo con vida en nuestra compañía, llevándolo al hombro como si fuera el loro de un pirata hasta que mi abuelo Enrique le dio a fumar un "ducados" y el pobre animal estiró también la pata tras recorrer toda la escala de colores pantone. Y me he dado cuenta de que si no lo hice fue porque aunque lo que le pasara al pájaro me importaba y preocupaba, en realidad no pensaba que me afectara (o eso creía hasta que ví la cara que se le quedó a mi hijo).
Me pasa -y no seré el único- con los dramas horrendos que se están desarrollando mientras vivimos nuestras cómodas existencias en el "mundo civilizado": África, Palestina, Ucrania, ... nos importan y preocupan, pero en el fondo, de una forma inconsciente si se quiere, creemos que no nos afectan (y poco a poco nos vamos volviendo menos humanos).
Tomo la imagen del blog de mluzflores, una ilustradora sensacional, no dejéis de visitar sus páginas.