lunes, 11 de agosto de 2008

UNA TARDE DE AGOSTO EN CASTILLA LA VIEJA

Silencio, suave brisa y sol. Cobijados tras las tapias del patio de una casa de pueblo. A la sombra de la higuera, del membrillo, del pino, de la encina, del olivo, del pruno, del nogal o del manzano. La perra sestea bajo la cornisa del tejado, junto a la puerta de la casa. Reserva sus fuerzas para sus nocturnas correrías tras los pájaros y ratones. No quiere agotarse antes de tiempo, el sol es fuego y el calor deja la sangre amodorrada, densa y pesada.

Una piscina hinchable, llena de agua del pozo recalentada, hace las veces de pilón. Los niños saltan y chapotean en su interior, y se refrescan llenando los cubos de playa para echarse el agua por la cabeza después. Entretanto, los adultos dormitan en el interior de la casa, aprovechando el frescor de la penumbra de los anchos muros de adobe, o charlan plácidamente recostados a la sombra del jardín, en hamacas de aluminio y tela estampada.

Avanza la tarde y meriendan los niños, hogaza de pan y finas lonchas de chorizo de Cantimpalo, peruchos y yogurt. El pulso va retornando, la vida se despereza con un vespertino reinicio. Risas, juegos, carreras, bicicletas y pelotas. Al rato, todos a arreglarse. Ropa limpia, agua y jabón, colonia fresca a granel. Apenas cinco minutos de coche separan la veintena de casas aisladas en un alto que no llega a ser otero, sino leve risco del páramo, del pueblo mayor que da nombre al término municipal.

Tráfico denso en la carretera flanqueada por altos y frondosos chopos. A mano izquierda, la dehesa salpicada de robles. A la derecha, las fértiles vegas del río y el canal, trazando una franja de verdor sobre el lomo terracampino, dorado y espeso por la excelente cosecha de cereal de este año.

Luego, en el pueblo, algo de animación. Cinco o seis mesas en la plaza, improvisada terraza del teleclub estacional. Suena a lo lejos el chiflito melodioso de una dulzaina, anunciando la atracción. Los chiguitos y chiguitas con la piel curtida por la intemperie de un verano al aire libre dejan sus bicicletas en la acera. Al poco, ya están todos congregados bajo el porche de la iglesia, hecho de madera sabiamente trabajada y lucida por un sencillo artesonado de mudéjar geometría.

Suena otra vez la dulzaina, acompañada de un rítmico tamboril. Llegan los titiriteros doblando la esquina, seguidos de otros niños con sus padres, todos en risueño y pausado desfile. El escenario, un tablero de madera pintada, rematado por tres niveles de almenas formando un castillo. La grada, el suelo de cemento del porche. El público sentado en el suelo, como ha sido desde tiempo inmemorial.

Comienzan los cómicos de la legua su actuación dando vida a un pañuelo. Chicos y grandes se dejan hechizar por la voz experta, a capela, y por las manos hábiles que distraen la vista mediante una caricia, para ejecutar una y otra vez el sencillo truco del salto del ratón. Luego es tiempo ya de despertar al títere. Los niños gritan y ríen repitiendo el nombre del Cristobita peluche a quien no han visto aún.

Comienza la función y el guión, tantas veces repetido, prueba una vez más su eterna eficacia en el primer acto. Humor blanco, teatro de cachiporra, de gritos y saltos, de sustos y equívocos. El segundo acto, algo más original, un exitazo también. Un albero improvisado de banderitas y capotes diminutos, para la lidia liviana de un “Barbero” afeitado de 780 gr. Al final, feliz final, Cristobita y la princesa se abrazan bailando el vals, jurándose eterno amor. Todos rompen en aplausos sinceros, en frescas risas hinchadas por la brisa del recuerdo de la infancia perdida y reencontrada.

Todavía dio de sí esa tarde de agosto para llegarse a la capital de la comarca y pasear por los puestos de una feria jacobea, atravesando el parque frondoso de la ribera del río que da nombre a la villa. De jugar un poco más, de cenar empanada y de emprender el viaje de vuelta a casa agotados, pero llenos de una limpia y extraordinaria satisfacción.

2 comentarios:

Lola Steiner dijo...

"P.D. Tomo la imagen, que tiene su propia referencia web, de un blog llamado "el tiempo de lolear" (loleando.blogspot.com), interesante, no he podido agradecer el préstamo porque parece ser que su autora anda por el Annapurna ultimamente".

De ná, hermoso!

Ay! Qué ilusión eso de ser citada en otros blogs!

WALDEN dijo...

Cómo molan los del patio de Manué!Un cordial saludo, y recuerdos a la tierra de Plá.