Recuperar
siquiera sea en parte las míticas huertas palentinas y proporcionar
a quienes lo necesiten actividad y sustento me parece una iniciativa
magnífica. La propuesta de Izquierda Unida, respaldada por todos los
grupos y colectivos vecinales y asumida por el equipo de gobierno del
Ayuntamiento, nos devuelve a tiempos pasados y evoca valores muy
precisos en los tiempos de crisis actual.
Ayer
mismo me encontraba en una biografía de Ghandi que estoy leyendo a
ratos sueltos su defensa a ultranza de los valores tradicionales y
del trabajo manual. Construyó su ASHRAM en Sabarmati dedicado al
cultivo de la tierra y a vivir humildemente predicando con su
ejemplo. Su denuncia de la pérdida de puestos de trabajo que llevó
el mal llamado progreso a la India, pareja a la justa perplejidad de
quienes, como Ruth, no entienden los esfuerzos denodados y los gastos
desproporcionados destinados a crear máquinas que nos terminen
quitando el trabajo.
Cultivar
un huerto proporciona a quien lo hace muchos más beneficios que los
simples productos: permite ejercitarse en la paciencia y en la
constancia, nos devuelve la dignidad de una actividad cotidiana si
hemos estado apartados por cualquier motivo durante mucho tiempo de
la acción y nos hace sentirnos útiles, sin contar el esfuerzo
físico y sus ventajas adicionales.
Existen,
por otra parte, muchos otros tipos de huertas, huertas son los
relatos que va desgranando Paloma Ortezosa, huertas las calles de
Palencia para Abbé Nozal, que recolecta en ellas pacientemente sus
fotografías, una cada día, compartiéndolas en su blog, huertas
donde desbrozar pacientemente malas hierbas y dejar entrar salud son
los analizantes de Fernando Aduriz, huerta hermosa de fresas azules
el taller de Rosa Pedrejón, donde crecen castillos, coronas y
sonrisas infantiles.
Huertas en Palencia cuantas más, mejor.
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