viernes, 25 de julio de 2014

EL PAJARITO

El domingo pasado, mi hijo y unos amigos recogieron una cría de golondrina al pié de unos nidos de un tejado. Devolverla al nido era imposible, así que nos la trajimos para casa en la consuetudinaria caja de cartón con agujeros, acondicionada en su interior para darla calorcito y contra el criterio de mi cuñado, quien vaticinó que no sobreviviría.

Hemos pasado unos días pendientes de ella lo justo, tratando de alimentarla con pan mojado y de mantenerla a cubierto. Mi hijo ha llevado bien la prueba, aunque el inevitable desenlace tuvo lugar esta madrugada y he preferido ahorrarle el disgusto de encontrarla tiesa como la mojama.

Después (a buenas horas, mangas verdes) me he preguntado si no hubiéramos podido hacer algo más, darla insectos o gusanos, yo qué sé porque en mi casa el experto en bichos era mi hermano Ricardo, que llegó a capturar un camaleón en los pinares de la Antilla y mantenerlo con vida en nuestra compañía, llevándolo al hombro como si fuera el loro de un pirata hasta que mi abuelo Enrique le dio a fumar un "ducados" y el pobre animal estiró también la pata tras recorrer toda la escala de colores pantone. Y me he dado cuenta de que si no lo hice fue porque aunque lo que le pasara al pájaro me importaba y preocupaba, en realidad no pensaba que me afectara (o eso creía hasta que ví la cara que se le quedó a mi hijo).

Me pasa -y no seré el único- con los dramas horrendos que se están desarrollando mientras vivimos nuestras cómodas existencias en el "mundo civilizado": África, Palestina, Ucrania, ... nos importan y preocupan, pero en el fondo, de una forma inconsciente si se quiere, creemos que no nos afectan (y poco a poco nos vamos volviendo menos humanos).




Tomo la imagen del blog de mluzflores, una ilustradora sensacional, no dejéis de visitar sus páginas.

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