Mi firma de ayer en HOY POR HOY - CADENA SER PALENCIA
El
lunes me comunicaba mi hijo Juan al volver del Colegio “dos
desgracias”, el fallecimiento de la abuela de su tutor, Edu, y el
del bisabuelo de otro, éste nuestro vecino Alberto. Tardé algo en
reaccionar y darme cuenta de que éste último no podía ser otro que
D. Antonio J. Cruz Fuentes, abuelo entre otros muchos nietos de mis
amigos José Luis y Manuel Alonso, y de mi antiguo compañero del
Colegio Juan Cruz.
Me
dirá más adelante mi amigo Julián de la Cuesta que porqué vuelvo
al tema de la muerte, pero ésta es parte imprescindible de la vida y
se presenta, también en la inspiración, cuando menos lo espera uno.
Y, como ya he dicho recientemente también, de forma distinta pues en
el caso de D. Antonio J. Cruz a buen seguro habrá sido un tránsito
tranquilo a un estado donde esperaba a buen seguro encontrar, tras
101 años de vida, muchos amigos y parientes y, por supuesto, a su
querida esposa. Así puede decirse que da gusto irse, aunque el vacío
que deja a los que tuvieron la suerte de disfrutar tantos años de su
compañía será a buen seguro imposible de llenar.
Otras
muertes, en cambio, llegan como un zarpazo en la cara, con un
estallido que llena de conmoción a propios y extraños. Accidentes
trágicos, como el del autobús de Monterrubio de la Serena, por
supuesto, pero también dolorosas y largas enfermedades de personas
jóvenes, aún con toda la vida por delante, como el hermano de
Carmen, que hace apenas una semana ya se esperaba el triste desenlace
quieta, con el rostro entre las manos, bajo los soportales de la
calle Mayor.
Y,
de entre todas las muertes inesperadas, las muertes violentas,
inaceptables, injustificables, inexplicables. Como la de la psicóloga
del Centro de San Juan de Dios en Palencia, Violeta Guarido, y la de
la Presidenta de la Diputación de León, Isabel Carrasco. Muertes
además directamente relacionadas, a través de sus presuntos
autores, con las luces, y las sombras en su caso, que todos las
tenemos, del ejercicio de sus funciones al servicio de la comunidad.
Muertes que resulta imposible no interpretar también en el contexto
de la ira contenida, creciente, y siempre irracional, de una sociedad
tremendamente ofuscada. Tan imposible como no condenarlas
rotundamente, totalmente y sin margen alguno de justificación.
Os dejo una hermosa melodía de Norah Jones.
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