jueves, 15 de mayo de 2014

ATARDECERES

Mi firma de ayer en HOY POR HOY - CADENA SER PALENCIA

El lunes me comunicaba mi hijo Juan al volver del Colegio “dos desgracias”, el fallecimiento de la abuela de su tutor, Edu, y el del bisabuelo de otro, éste nuestro vecino Alberto. Tardé algo en reaccionar y darme cuenta de que éste último no podía ser otro que D. Antonio J. Cruz Fuentes, abuelo entre otros muchos nietos de mis amigos José Luis y Manuel Alonso, y de mi antiguo compañero del Colegio Juan Cruz.

Me dirá más adelante mi amigo Julián de la Cuesta que porqué vuelvo al tema de la muerte, pero ésta es parte imprescindible de la vida y se presenta, también en la inspiración, cuando menos lo espera uno. Y, como ya he dicho recientemente también, de forma distinta pues en el caso de D. Antonio J. Cruz a buen seguro habrá sido un tránsito tranquilo a un estado donde esperaba a buen seguro encontrar, tras 101 años de vida, muchos amigos y parientes y, por supuesto, a su querida esposa. Así puede decirse que da gusto irse, aunque el vacío que deja a los que tuvieron la suerte de disfrutar tantos años de su compañía será a buen seguro imposible de llenar.

Otras muertes, en cambio, llegan como un zarpazo en la cara, con un estallido que llena de conmoción a propios y extraños. Accidentes trágicos, como el del autobús de Monterrubio de la Serena, por supuesto, pero también dolorosas y largas enfermedades de personas jóvenes, aún con toda la vida por delante, como el hermano de Carmen, que hace apenas una semana ya se esperaba el triste desenlace quieta, con el rostro entre las manos, bajo los soportales de la calle Mayor.


Y, de entre todas las muertes inesperadas, las muertes violentas, inaceptables, injustificables, inexplicables. Como la de la psicóloga del Centro de San Juan de Dios en Palencia, Violeta Guarido, y la de la Presidenta de la Diputación de León, Isabel Carrasco. Muertes además directamente relacionadas, a través de sus presuntos autores, con las luces, y las sombras en su caso, que todos las tenemos, del ejercicio de sus funciones al servicio de la comunidad. Muertes que resulta imposible no interpretar también en el contexto de la ira contenida, creciente, y siempre irracional, de una sociedad tremendamente ofuscada. Tan imposible como no condenarlas rotundamente, totalmente y sin margen alguno de justificación.

Os dejo una hermosa melodía de Norah Jones.


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