jueves, 29 de mayo de 2014

CUANTO MAS LIMPIO, MEJOR

La semana pasada, mientras iba trotando -lo mío no es running ni footing, sino trote cochinero- temprano hacia la calle Mayor, un operario del servicio de limpieza arrancaba carteles de las farolas mientras otros, a distintas alturas de mi corto aunque reiterado recorrido, se afanaban como a diario en la limpieza de nuestro entorno urbano.

De los muchos trabajos que nuestra estúpida sociedad minusvalora, seguramente uno de los más dignos cuando están bien hechos sea el de la limpieza. En este sector, especialmente vulnerable a los contratos precarios, a los sueldos reducidos y a los horarios leoninos, se negocia actualmente un convenio que afecta según informan los medios locales a más de 1.900 trabajadores, manteniendo la representación empresarial al parecer una postura rígida e inflexible en sus condiciones.

A buen seguro, el sector habrá acusado la crisis tanto o más que otros, pues por error ciertos servicios se consideran menos indispensable que otros. La mayor competencia en la presentación de ofertas económicas para las adjudicaciones pesará también, pero no me parece socialmente admisible que una actividad ya de por sí poco dignificada -y, a pesar de ello, absolutamente digna- reduzca más aún las retribuciones de sus empleados.



Por otra parte, y sin ánimo de mermar la demanda de este tipo de servicios, la labor callada y resignada, eficiente en la mayor parte de los casos, e ingrata de estas personas me ha movido a recordar la conveniencia y necesidad de mantener una cultura cívica de limpieza de nuestro entorno. Pequeños gestos producen grandes resultados, y una ciudad se valora a los ojos de sus visitantes entre otras cosas por su limpieza, lo cual depende en gran medida de nosotros, sus vecinos.


Separar los residuos por su destino a los distintos contenedores, depositarlos adecuadamente, utilizar las papeleras y renunciar a costumbres tan sucias como la tan tristemente típica de comer pipas e ir tirando las cáscaras al suelo cuesta poco, y a largo plazo produce resultados positivos, como lo hace ir conservando los tapones de los envases y llevarlos de vez en cuando a quienes los van recogiendo desinteresadamente, como Elena en La Salle o mi amiga Reyes, de la tintorería Todolimpio.

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