viernes, 14 de marzo de 2008

UNA MANO DE PINTURA


Inmersos en proyectos faraónicos, abducidos por sueños e ilusiones casi inalcanzables, a menudo podemos caer en el error de olvidar las cuestiones más elementales. No es que debamos dejar de fijarnos metas ambiciosas, pero dedicar también suficiente tiempo, atención y recursos a conservar adecuadamente lo que ya tenemos resulta indispensable.

Estas reflexiones me surgen evocando las imágenes recientemente vistas de los propietarios del bar “Alaska”, limpiando y pintando las paredes interiores y exteriores y repasando el mobiliario del casi centenario local de la esquina de nuestra calle Mayor con Barrio y Mier. El establecimiento, no sé si decano de los de su clase en la capital o al menos del centro de la misma (salvo mejor derecho de su vecino Jauja, del Bahía, el Estela, el Chaval de Lorenzo o algún otro que no acierto a mencionar), presenta hoy, merced a tan sencillo pero imprescindible esfuerzo periódico, un aspecto brillante y luminoso, renovado pese a su inalterable e inalterada decoración. Y es muy de agradecer.

Pues bien, de forma similar al comerciante o particular que se ocupa periódicamente del mantenimiento y conservación de su negocio o vivienda, creo que el equipo de gobierno de nuestro Excelentísimo Ayuntamiento, cuya Casa Consistorial ya va necesitando, por cierto, una buena mano de pintura, debería atender en lo sucesivo con mayor rigor al mantenimiento y conservación de nuestras aceras y calles, parques y jardines, mobiliario urbano e instalaciones municipales de todo tipo. Ojo, no se me entienda mal, no digo que no lo haga en absoluto, pero sí que debe hacerlo más, y las razones están a la vista de cualquiera.

De poco sirve perseguir y obtener declaraciones de interés nacional o regional para los distintos acontecimientos que se producen en la ciudad si los turistas que a la misma se aproximan encuentran imágenes de descuido o abandono. Y ninguna autoridad moral tiene una corporación municipal para exigir a sus vecinos unos comportamientos cívicos y decorosos que, por otra parte, no debería ser necesario regular y sancionar en una ordenanza, si desatiende económicamente el mantenimiento y conservación del patrimonio urbano en sus presupuestos, para dotar de forma recurrente partidas destinadas a delirios que nunca se convierten en realidad. Menos ordenanzas y más papeleras, menos fuentes y más asfaltados, menos coches oficiales y más contenedores, menos estatuas y más manos de pintura darían a la imagen de Palencia un esplendor de que es plenamente merecedora.

La ilusión por los proyectos de futuro no puede ni debe hacernos perder de vista el presente, y los esfuerzos que requiere mantener la herencia recibida. Además de la conveniencia de disponer de un margen suficiente para atender supuestos extraordinarios. Es muy preocupante, por ejemplo, que el Ayuntamiento de una capital de provincia como la nuestra tenga tan escaso margen para sus gastos corrientes que precise acudir a los fondos de solidaridad dotados por anónimos donantes para otros fines, al objeto de sufragar el incremento de aquellos en caso de situaciones catastróficas. Si los intereses generales (de municipales a nacionales, pasando por todos los ámbitos territoriales) se gestionaran con el mismo criterio y sentido común de cualquier familia normal y corriente, otro gallo cantaría.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

¡plas,plas,plas,plas! ¡plasplas!

Anónimo dijo...

Sabes que pasa Walden, que tienes razón los grandes proyectos eclipsan los asuntos cotidianos que se quedan estancados, pero además los grandes proyectos nunca salen, son grandes palabras y grandes gestos sin que lleguen nunca a puerto.
Al final, ni los grandes proyectos ni los problemas cotidianos, ninguno se arregla.
Un amigo.