Mi "firma" de hoy, 8 de enero, en CADENA SER PALENCIA.
Me
ha sorprendido e intrigado ver repetido por las calles de Palencia un
graffiti consistente en un rostro sonriente, semejante al de nuestro
Alcalde Alfonso Polanco “adornado” con sendas orejas circulares
propias del conocido ratón Mickey.
No
negaré haber dibujado una pequeña sonrisa en mi cara, fruto de mi
simpatía inicial por cualquier manifestación de disidencia
realizada con sentido del humor, si bien no es correcto llevarla a
cabo desluciendo las paredes ajenas, ni valiente hacerlo amparándose
en el anonimato. Me intriga, a su vez, el personaje escogido, pues no
alcanzo a descifrar el mensaje oculto en el diseño de la caricatura.
¿Quiérese decir que nuestro Alcalde es inocente como el dibujo
infantil? ¿Acaso se insinúa que le gusta disfrazarse en la
intimidad? ¿Confundió el autor la plantilla con la de otro
personaje, o acaso simplemente no tenía otra más a mano?
Sorpresas
e intrigas aparte, me han llegado rumores de una reacción inmediata
de los servicios municipales de limpieza, según los cuales se
estarían afanando en hacer desaparecer las susodichas pintadas. A mi
modo de ver, de ser ciertos los rumores sería un grave error, pues
si bien aplaudo cualquier campaña de limpieza intensiva de las
fachadas de nuestra ciudad, no me parecería correcta ninguna campaña
de limpieza selectiva de las mismas, ni mucho menos necesaria o
indicada, pues con frecuencia la réplica a dichas reacciones supera,
con mucho, las acciones iniciales.
Sin
perjuicio pues de las sanciones y reparaciones económicas a imponer
y exigir a quienes deslucen los bienes de dominio público o privado,
ajenos, sin autorización, me ha parecido un buen momento para
recordar, teniendo en cuenta además el inocuo tono de la pintada,
que tratándose de representantes políticos los tribunales
nacionales e internacionales sostienen que los límites de la crítica
permitida son más amplios en relación a los políticos considerados
como tales, pues a diferencia de los ciudadanos se exponen,
inevitable y deliberadamente, a una fiscalización atenta de sus
actos y gestos, tanto por los periodistas como por los ciudadanos, y
por ello tienen que mostrarse más tolerantes.
En
estos casos pues, y en mi opinión, procede mostrar talante, y seguir
el castellano consejo del “no hay mayor desprecio que no hacer
aprecio”. Pues una reacción desproporcionada puede ser más
perjudicial para la imagen del político que el agravio recibido.
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